En la vida tenemos historias, relatos, vivencias que recordamos con cariño y amor.
Hoy recuerdo una que sin duda me ha hecho reír todo el día. Ahí les va.
En casa de mi abuela, la madre de mi mamá había un viejo baúl de color café pequeño y desgastado, incluso estaba raspado de la tapa. Este maletón se encontraba dentro de una de las recamaras.
Pues bien, dentro de ese viejo arcón había sabanas y ropa que no lo alcanzaban a llenar pero que me servían a mí de colchón. Me encantaba meterme ahí sin cerrar la tapa.
Yo tendría alrededor de 8 años o menos creo, que media yo poco más de un metro de altura.
Cierto día mientras mi mama charlaba con mi abuela y otras señoras en la sala, así que se me ocurrió la grandiosa idea de jugarles una broma a mi madre. También estaban mi abuela, tía y otras señoras, me escondí en el baúl durante un largo rato.
Creo que soy un malvado
Esperando y esperando dentro del baúl pensaba yo:
– ¡Que buena broma les voy a jugar! Cuando me encuentren me van a abrazar y a mimar después del susto que les voy a meter.
No paso mucho tiempo cuando escuche levemente que me llamaban.
-“Saaaaaaaaan”
-“jijiji” reía yo
Alguien entró a la recamara a buscarme. Se abrió la puerta, era mi abuela que al no encontrarme le dijo a mi mama en voz alta desde la recamara.
– Oye ¿y Sandro? No lo encuentro.
Salió de la recamara y se fue a la sala.
Al poco rato comencé a escuchar que me llamaban y llamaban.
– Sandroooooooo
– Sandroooo ¿dónde estaaaaaas?
En el arcón yo escondido seguía riendo en voz baja “jijiji” acurrucado y sin hacer mucho ruido. Mientras seguía escuchando los gritos de llamado.
Al poco rato los llamados se fueron convirtiendo en sollozos haciendo aún más “grande” mi tan genial broma.
Pita pita gallinita
De pronto se levantó la tapa del baúl, ¡era mi abuela!
– ¡Acá esta, acá estaaaaaaa!. Gritaba eufórica.
Llego mi mama con lágrimas en los ojos y en un rápido movimiento me levanto de los brazos y me saco del baúl, sacó una chancleta del pie…. Zaz zaz zaz sonaba la chancla al rebotar en mi nalga. Ese día recibí una mega paliza.
Ahí termino mi espectacular broma.
En cuanto a los caramelos y premios que según yo debía recibir, obviamente no recibí nada. Quedé como el malvado del cuento. Al rato, mi madre en su generosidad me invito un refresco que me consoló y me dieron nuevas fuerzas para seguir jugando y trepando árboles.
Hasta la anécdota. ¡Hasta la próxima!